jueves, 12 de noviembre de 2009

Filigranas sobre piedra (arquitectura jemer en Tailandia)


Todo aquel que haya oído hablar del imperio jemer (o khmer) probablemente lo asociará con la monumentalidad de Angkor Wat, ese espectacular complejo de templos y palacios centenarios situado en Camboya. La asociación es lógica y coherente, si tenemos en cuenta que esta fue la capital de un territorio que, desde el siglo VII hasta el XIV, se extendió, en franco conflicto de intereses con la todopoderosa China, por todo el Sudeste Asiático, o lo que es lo mismo, por lo que en la época colonial se llamó Indochina y que hoy está dividido en cinco países: Camboya, Laos, Tailandia, Myanmar y Vietnam.


Angkor Wat es uno de los complejos de arquitectura religiosa más espectaculares del planeta. Pero no el único ejemplo de construcción jemer que se puede admirar. De hecho, y teniendo en cuenta las infraestructuras viarias y turísticas de esta zona de Asia, la provincia tailandesa de I-San es un buen lugar para comprender la belleza y armonía características de la arquitectura jemer, muchas veces integradas en una naturaleza casi salvaje y exuberante. Así, se podría iniciar un ruta de inmersión arquitectónica desde el mismo corazón de Bangkok y seguir la senda dejada por los constructores de aquel mítico imperio, adentrándose por el interior del país hasta llegar a las fronteras con Camboya y Laos.



En Bangkok, junto al Chao Praya, el río que todo lo articula y cuyos meandros dividen en dos irregulares partes la ciudad, se eleva la colorista silueta del Wat Arun. El "templo del amanecer" es uno de los edificios más reconocibles de la capital tailandesa, por su característica torre o pirámide central (prang) de más de 60 metros de altura. Desde la base, y tras subir cualquiera de sus cuatro pronunciadas escalinatas flanqueadas por coloristas imágenes hinduístas y budistas, se oberva una magnífica panorámica del río y de la ciudad. En ella destaca el Gran Palacio, sede de la pequeña y veneradísima figura del Buda Esmeralda, que durante unos años "residió" en el Wat Arun.



Siguiendo un hipotético arco en direción Noreste desde Bangkok, el siguiente complejo de templos de esta ruta jemer es Phimai, a unos kilómetros de la ciudad de Nakhon Ratchasima. Una vez rebasado el pórtico principal, lo que más sorprende de este espacio es la escenografía de su prang, flanqueado por los restos de otras dos torres piramidales de menor tamaño. Con ser espectacular la tramoya del complejo, en lo que merece la pena fijarse es en la minuciosidad con que los escultores jemeres tallaron los frontales de los pórticos de entrada a las diferentes construcciones, en una prodigiosa filigrana que recuerda a los templos de la India; de hecho, los motivos son los mismos: escenas y personajes de la imaginería hinduísta.



Motivos que se repiten templo tras templo en esta ruta. Por ejemplo, en Prasat Phanom Rung, desde donde se domina una inmensa llanura compartida por Tailandia y Camboya. Al templo, edificado sobre un volcán extinto, se accede tras un rectilíneo paseo, en medio de una exuberante vegetación y vigilado por inquietantes figuras mitológicas. Uno de los datos más sorprendentes del complejo es su estudiada orientación Este-Oeste. De hecho, el sol ilumina el interior del templo central, el prang, en fechas y horas fijas, que coinciden con los equinocios, lo que demuestra el gran valor que el imperio jemer otorgaba a la astronomía, sobre todo cuando se asociaba a manifestaciones religiosas.



Prasat Phanom Ruang se encuentra próximo a las localidades de Buri Ram y Surim. Como el complejo de Mueang Tam, adonde conviene llegar a primeras horas del día, o bien a la caída de la tarde, cuando los dorados reflejos del sol acentúan los tonos rojizos de las piedras con fue construido. Aquí, la escenografía también fue el auténtico motor de los arquitectos jemeres, como se comprueba en la zona del estanque, donde se reflejan los volúmenes del prang, junto a representaciones pétreas de los dioses Brahma y Visnú.



El último de los complejos religiosos de esta ruta es Khao Phra Wihan, en el centro de un conflicto diplomático (aunque parece ser que ya zanjado) entre Tailandia y Camboya, sobre todo tras su declaración como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en 2008. Wihan, sobre los montes Phnom Dong Rak, es uno de los templos más espectaculares de esta zona del Sudeste Asiático. Sobre todo por su extensión, con mas de ocho hectáreas, y por la calidad escultórica con que los artistas jemeres quisieron dotar al complejo.

Ya que estamos en la zona, convendría visitar el Parque Nacional Pha Taem, en la frontera entre Tailandia y Laos que delimita el pausado flujo del río Mekong. Aquí, antiquísimas y espectaculares formaciones rocosas enmarcan un kilométrico muro donde los primeros tailandeses dejaron para la posteridad coloristas grabados que nos hablan de su forma de vida y de su simbología religiosa. Sin duda, éste es un magnífico lugar donde finalizar nuestra ruta por las huellas tailandesas del imperio jemer.